En la sinuosa veleidad de posados mares
revolcándose en especias furtivas,
húmedas al tacto,
se mezcló nuestra amistad en quimeras.
Ardió la incipiente vainilla destilando
brisa suave de canela y azúcar,
aromas demasiado sutiles para la codicia.
Se iban conjugando sabores de tu historia,
calco convexo de la mía,
mientras en un fuego de maderos
ardía menta, cáscara de limón
y jugosa pimienta.
Ardía como el primer día.
Amarillos folios atizábamos de cartas
que nunca leyó nadie,
creadas en noches tan solas
como ésta.
Éramos una pizca de sal en el océano,
desgranando la sequedad que nos unía.
Ardía el viento que calcinó
los despojos de falsas vestiduras,
se expandió el salitre avainillado
la menta ascendió como nube de algodoncillo azucarada
se nos humedecieron los ojos,
nos reconocimos intactos uno junto al otro.
Virtudes Montoro López © 2010
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