En el amembrillado olor de una mañana, destemplada la inconsistencia de lo efímero, delante de un paragüero deforme e incandescente, dedicamos un momento a mirarnos: decadentes, uniformados, a la salida del mundo que hoy avecina lluvia urbana.
Así, nítidos y estáticos, cómicos ante el vitral, despejamos lo que soñamos ser y nos apresuramos al vacío de la ciudad.
Anaranjada urbe de asfalto forjada, nos atrapa de improviso como monótonas figuras diminutas que aceleran el vuelo.
Igual que moscas, siempre estorbando, nos vamos haciendo hueco, entretanto desfilamos conforme al canto de sirenas y luces empedernidas.
Disfrazados argonautas enmohecidos y sedientos, somos réplicas idénticas sin fluir contínuo, vagar de siglos en cementos acerados; ¿nos quedará un trocito de tierra que lata pecho adentro?
Todos los derechos reservados
Virtudes Montoro López © 2010
Así, nítidos y estáticos, cómicos ante el vitral, despejamos lo que soñamos ser y nos apresuramos al vacío de la ciudad.
Anaranjada urbe de asfalto forjada, nos atrapa de improviso como monótonas figuras diminutas que aceleran el vuelo.
Igual que moscas, siempre estorbando, nos vamos haciendo hueco, entretanto desfilamos conforme al canto de sirenas y luces empedernidas.
Disfrazados argonautas enmohecidos y sedientos, somos réplicas idénticas sin fluir contínuo, vagar de siglos en cementos acerados; ¿nos quedará un trocito de tierra que lata pecho adentro?
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